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jueves, 15 de junio de 2017

¿Porqué él?

Me enamoré de mi, a través de sus ojos. Es algo que no entenderá porque no hubo tiempo de explicarlo.
Esa mariposa exclusiva que se siente en el estómago, ya no existía o eso creí, pensaba que la sonrisa de enamorada no volvería jamás a mi rostro, que los suspiros solamente formaban parte de mis letras y de algunos recuerdos, que la ilusión que sube al cielo y te deja entre nubes era algo muy lejano, entonces, apareció.
La conversación inicial, fue poco común. No preguntamos nombres, edades y esas preguntas de solicitud de empleo. Desde ahí, llamó mi atención aunque me parecía serio y formal, tan distinto a mi.
Al paso del tiempo, me pareció familiar, como si lo conociera de años, de toda la vida, como si fuera una extensión de alguien a quién había amado. Un día dijo la frase que abrió la caja de Pandora: 'no me gusta el fútbol'. En ese momento, llegó el recuerdo y se movió el piso como si volara en la alfombra mágica de Aladino.
Lo conocía tan bien, como a mis letras. Mis letras adolescentes, donde en un ejercicio pidieron describir a la pareja ideal, lo describieron o escribieron. Admito que me extendí y fue una hoja por los dos lados con ciertos caprichos que harían que fuera compatible conmigo. Lo imaginé tan bien y a ojos cerrados, incluyendo algunos rasgos físicos, vestuario y carácter.
Pedí aversión a la cebolla y poco amante del picante, pero si del cine, la música y la lectura. Inteligente y culto, con plática que me embobara y me dejara pensando, que me sorprendiera con cosas que yo no supiera; que sedujera mi mente. Simpático, rápido de mente (para aguantar las embestidas de la mía), de algún modo; poeta. 1.81 de estatura, ingeniero, cabello oscuro y manos suaves. Que pueda prescindir de los tenis y que le guste usar camisa (si me complace con una en color rosa, me derretiré), que sea atento, caballero, detallista, (yo lo soy), que sepa de que hablo si menciono a Mauricio Babilonia. Que sea musical igual que yo, así podemos comunicarnos a través de letras de canciones. Que tenga carácter y pueda domar a mi demonio cuando sale o simplemente, con su encanto; hacer que nunca salga. Que tenga ese toque de petulancia que me gusta pero que no lo use conmigo. Que sea tierno y dulce, sin pena de demostrarlo. Que sea divertido y que no le guste el fútbol.
Entre algunas cosas, eso decía mi lista a los 17 años. Para ese entonces, ya escribía y pedía que ese hombre maravilloso, fuera mi lector y se enamorara de mi y de mis letras. Además, hice un dibujo, ¿Porqué no? Justo al final de la hoja.
Apareció una mañana, desapareció otra. En el inter de esos días, me vi a través de sus ojos. Volví a ser la que alguien llamado Pablo, a mis veinte años, me decía así en clara referencia a "El amor en los tiempos del cólera", la 'diosa coronada', la musa, la irreverente, la multifacetica, la Schereposa, el girasol.
Me dejó ser yo, auténtica, genuina, con las locas ideas y desvaríos que corren en mi mente y se estampan, con mis palabras cariñosas y apodo ganado a pulso.
Lo vi acercarse a mi y era él: vestido como el muñeco de mi dibujo. Con una sonrisa hermosa, que si la vida tuviera repetición, ese momento lo correría tantas veces como fuera posible.
Si, se desdobló de mis letras. Aunque hubiera sido una hora, se habría escrito en mi historia, porque comprobé que los sueños se hacen realidad. Por segunda ocasión.
Vi tanto de él en mi y tanto de mi en él, que agradezco al cosmos la posibilidad... Porque al mirarme en sus ojos, me enamoré de mi.
Esa es la respuesta, a quién pregunta ¿Porqué él?

lunes, 5 de junio de 2017

Reflexionando

Somos quiénes somos por esencia, pero también, de algún modo, por la suma de experiencias y personas que han pasado por nuestra vida, que dejan huella y algo se modifica para siempre en nosotros.

Ayer por la noche, en cualquier lugar, escucho una voz atrás de mi diciendo, al tiempo que me abrazaba: "te reconocería en cualquier parte, te abracé tantas veces". Al escuchar su voz se vinieron a la mente mil y un recuerdos, aunque no mil y una noches, que pudieron haberse cumplido. Me safé demasiado rápido de ese abrazo.

Fue una plática insulsa, incluso desabrida; como es él en el fondo: hueco, vacío, simple. Y yo fui así durante un par de años. Los que estuve con él.

Lo cierto es que al llegar a casa y empezar a recordar tanta historia, afirmo que hoy soy mucho de lo que aprendí en aquel entonces.

Fui criticada porque vivía en la fiesta y en eventos, siempre con gente y lugares nuevos, desvelada pero responsable: nunca falté a trabajar. Moría lentamente de sueño y cruda de tabaco y alcohol en el trayecto de mi casa a Polanco, pero disfrutaba la vida de modo muy simple y con la única responsabilidad que era llegar a la oficina.

En esos más de dos años y medio, se formó una parte de lo que ahora soy.

Me encantaba el fútbol y soy Puma de corazón, él; ferviente admirador del Cruz Azul. Íbamos a cuanto partido se podía, de la misma forma compartíamos afición por los autos así que la Nascar no se podía evitar y un par de carreras clandestinas. No hubo bar, cantina, antro que no conociera de aquellos días.

A pesar de tanta frivolidad, aprendí mucho. Habrá quien critique mi forma de conducir, pero la verdad es que soy excelente conductora. Me enseñó tantas cosas, incluso a dar vueltas de 180 grados en plena tormenta sin perder el control. A seguirlo o estar en autopista en caravana a más de 120 kilómetros, zigzagueando. Hoy día, no lo haría.

La forma simple y sin complicaciones, de vivir al día, disfrutando sin futurear tanto, ocupar el dinero para cualquier gusto y antojo porque no sabes si mañana estás vivo, no guardar rencores ni emociones innecesarias, decir y actuar sin importar el qué dirán, dejar la cola de caballo y liberar el cabello, para dejar los chinos en su esplendor, reírme porque sí, poderme mantener fría y a distancia si es necesario, bailar en cualquier lugar, perder el miedo al ridículo, decir las cosas de frente y viendo a los ojos arriesgando todo, no tenerle miedo a las palabras y soltarla, amar mis ojos y mi trasero.

Transformé ese vacío en crecimiento y forma de vida. Agregando amor a lo que hago, poniendo intención, agradeciendo al cosmos, mariposeando.

jueves, 1 de junio de 2017

Al caminar.



Escuché un leve tintineo y sentí resbalar la cadena. Ocurrió así nada más, sin tocar, sin jalar; solamente al caminar.
Tal vez sea así como se rompen las cosas en la vida: al caminar.
A veces las relaciones interpersonales terminan así, rompiéndose de a poco. La falta de comunicación, de atención, de bilateralidad, de interés, de tiempo, de amor; en algunos casos, de dinero. En ocasiones se siente como va entrando la distancia y la indiferencia, en otras es de un golpe. De ambas formas, duele.
Somos seres humanos cometiendo humanidades y se nos olvida que el otro ser también siente, damos las cosas por sentadas y creemos que será eterno. No disfrutamos el momento cuando está, cuando ocurre. Amistades, romances en vías de, "frees", familia, noviazgos, matrimonios, conquistas... Todo puede terminar en cualquier momento al caminar.
Dejamos que se nos pase la vida y guardamos silencio y en muchas ocasiones, el silencio es más doloroso que las palabras. Omitimos los 'te quiero', 'te extraño', 'me gustas', 'quiero verte'. Estúpido miedo y orgullo. ¡Tan hermoso que es amar a los demás!
El "ghosting", tan popular ahora. Desaparecer de la vida de alguien, bloquear de WhatsApp o de cualquier red social sin explicación alguna, dejando para la otra persona interrogantes en el aire y causando dolor. Si bien hay gente que no nos importa, pero hay otra que solamente con un 'hola' nos alegra el día.
Creo en las señales y que todo tiene una razón de ser y ocurrir, aunque la respuesta no llegue de inmediato.
Es tiempo, seguramente, de romper cadenas, de volar en otro cielo y de cambiar de camino.
Me invade cierta nostalgia y un par de lágrimas porque sé que no todos los seres permanecerán a mi lado.
He disfrutado tanto hasta ahora; sé que lo haré más. He amado mucho, no siempre correspondida y lo haré mil veces más.
Cambiaré cadena, tal vez, mariposa. Lo cierto, es que empiezo a caminar.
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