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miércoles, 21 de noviembre de 2018

Antojo de mi

En algún momento tendrás antojo de un beso robado, 
de que te miren como si fueras lo único que importa en el mundo, 
de que te amen sin necesidad sólo con amor amante, 
de sentirte dios en letras azules o simplemente, 
antojo de sentirte deseado.

Tendrás antojo de una plática interesante, 
que brinque de un tema a otro, 
de risa honesta, 
de palabras dulces a media conversación,
de tequieros por que sí, 
de una caricia furtiva, 
de comentarios sin sentido, 
de mi presencia.

Si, tendrás antojo de mí.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Te lo perdiste...

Hoy, al despertar, me miré al espejo y ahí estaba yo con el cabello rizado, revuelto como siempre, a cara lavada como alguna vez me viste a media noche o por la madrugada, recorrí con la yema de los dedos el contorno de mis labios y me pregunté si alguna vez notaste los lunares que tengo ahí, curiosamente colocados , que parece que los tengo tatuados porqué están naturalmente delineados. 

Por que yo, a ojos cerrados o abiertos, puedo describir los tuyos, al igual que tu nariz, tus cejas, el largo de tus pestañas, el color de tus ojos, el tamaño de tus manos, tu aroma, la textura de tu piel, la suavidad de tu cabello, la fuerza de tus brazos, el modo en que ladeas ligeramente la cabeza cuando algo no te gusta, acompañado de un breve movimiento de ojos; tu media sonrisa para confirmar algo, la sonrisa completa que te sale del alma si algo te gusta y a  medio labio si te enterneces. Puedo sentir en mis manos la diferencia de tu rostro con o sin barba, las arrugas verticales en tu frente, podría dar una descripción detallada de tu espalda y si fuera preciso, de toda tu anatomía hasta tu fecha de nacimiento y si dijera tu apodo; sabrías que éstas líneas son para ti, mientras tanto sólo lo supones. 

Miraba mis pestañas, a las que probablemente sólo les pusiste atención la ocasión que te sorprendí viéndolas y te dije: "sí son mías, naturales y por eso chocan con los anteojos y me los ensucian", fue la misma ocasión que te dije que no traía maquillaje, que las ojeras se me marcan en los párpados y se tiñen de café  y que esa leve sombra es parte de ellos y pensé que seguirán revoloteando felices y abriéndose como abanico, pero ya no por ti.

¿Sabes acaso de qué color son mis ojos? ¿Notaste alguna vez los cambios de dije de mariposas para ti? ¿Recuerdas el simple roce de mis manos y los distintos esmaltados por los que pasaron mis uñas? 

Me miré y me sonreí; mi torpeza habitual salió a relucir en la primera cita tirando algo y ¿porqué no? también en la segunda. Es parte de mi encanto. No pude evitar derramar una lágrima agridulce al recordar la última vez que te vi y el último beso recibido para después un silencio sin adiós o justificación.

No negaré que una parte de mi te extraña y sin falsa modestia, sé que me extrañas más.

Si, darling. Abajo de tu ego y estúpido orgullo, esperas letras para ti. Según tus palabras, nadie te había escrito antes. 

Cuando te bajes del ladrillo donde te subiste y te mareaste y me diste por segura, si tu soberbia de absurdos y prolongados silencios te deja ver, conociste la mejor versión de mi: la que te desea buenos días, la que te pone un apodo, te comparte canciones, te regala letras, te dedica tiempo, contesta un mensaje y se atreve a ser dulce y tierna aunque desvaríe.

La gente cercana a mi sabe que soy seca y breve, que prefiero una llamada o un café o un audio, también lo sabes. 

Hablé al aire, en voz alta, como si el aire pudiera llevar hasta ti mis palabras: deseo que te amen con la misma o más ternura dulce que yo, con más amor amante, que te regalen momentos, detalles, que se enamoren de ti con esa ilusión de adolescente que hace que se sientan cosquillas en la comisura de los labios y termine en sonrisa bobalicona, que te vean más guapo que ninguno y te hagan sentir profundamente deseado, que te seduzcan lentamente y te reprochen con cariño.

La vida se trata de querer y dejarse querer, de amar y dejarse amar.

Yo te amé. Tú a mi, no lo sé.

Te di tanto y faltó más. Tú, quedas debiendo. Soy un libro abierto. Tú, solamente dejaste leer tu contraportada. Tus traicioneras manos me contaron más.

Lo diferente, lo extraño, lo raro; se extraña más de lo común y aumenta la nostalgia cuando notas que estaba envuelto en amor.

Escucho el "bip" del Whatsapp, por la hora, es un mensaje de buenos días, sé que no eres tú y ahora ya no me importa. 

Voy a buscar el celular mientras suena en mi cabeza una canción de Vanesa Martin " te has perdido quién soy, lo que estaba dispuesta a entregarte te has perdido quien es la mujer que ahora tienes delante..."