Ponte cómodo, corazón, quiero contarte algo que puede ser un tanto incómodo.
¿Te ofrezco algo? ¿Jugo, agua, leche, té, café, una vida juntos? Disculpa, me salí por la tangente. Café ¿cierto? Adivino cómo lo tomas: negro y con azúcar.
¿Pastelito, galleta, bizcocho, muffin? No, "mi vida" o "mi amor" se escucha menos dulce. Me distraje un poco, disculpa. Galletas, por si tienes que morder algo. (Que me encantaría que me mordieras de pronto y ¡no, en el cuello no, que me desconcentras!...ufff).
Te acompaño con un café. (¿Me lo prepararías? No creo, no sabes como lo tomo. Y pensar que -llamémosle Red Bull- notó ese detalle después del primero y cuando tiré el segundo y pidió otro para mi, supo exactamente cómo. A pesar de que era la primera vez que salíamos en ese plan, había "botaneado" y platicado con él en otras circunstancias y en alguna ocasión me detuve a darle un abrazo de koala cuando pasaba por el lugar donde trabaja, ya que me queda de paso. Podría hacer lo mismo contigo considerando que es, de algún modo, casi la misma ruta, pero...).
-¿Qué? ¿Cómo? ¿En qué pienso? Disculpa, me quedé perdida en tu mirada.
Digo mientras parpadeo para recordar que pretendía decirte y quito la cara de papa recién pelada.
Esto ocurrió una noche de esas en las cuales no planeas algo en específico y simplemente, pasa. Iba yo con ella, si, "ella" y entre la multitud te alcancé a ver y casi te topo de frente pero mi cuerpo decidió seguir de largo y mis pies se dirigieron hacia el. Aún no me explico porqué.
Fue su mirada al verme, la sonrisa dulce que se dibujó en su rostro, el abrazo con el que me saludó o las palabras que dijo, que me hicieron verlo desde otra perspectiva.
Creo que fue después del primer cigarro (suyo) que me tomó la mano. Claro, "ella", para ese momento tenía acompañante. Su amigo, de él, por supuesto.
Jamás habría imaginado que fuera tan lindo y agradable, que tuviera un tema de conversación tan ameno con toques de simpatía que empezaron por pintarme una sonrisa hasta llegar a las risas al correr de las horas.
Me sorprendió gratamente que tuviera grabados detalles míos como ciertas situaciones cotidianas o palabras y gestos, incluso fechas específicas, que siendo honesta, yo no recordaba. No tenía idea de que le hubiera puesto atención a mis lunares o que le gustaran mis piernas, razón por la cual, supongo que decidió poner su mano sobre una de ellas.
Una cosa llevó a otra, tres cervezas (suyas) llevaron a una (mía), una canción llevó a otra, ahí supe que bailaba y a mi me encanta bailar, otra canción llevó a una caricia (suya), una sonrisa (mía) lo hizo acercarse, un comentario tonto (suyo) me hizo reír y bajar la mirada. Al subirla, sus labios atraparon los míos.
A diferencia de alguna ocasión anterior, te mentiría si te digo que no lo toqué. Correspondí a sus manos, a sus caricias y a sus besos. Si, en plural. Y no, no pensaba en ti ni en alguien más. Tampoco estaba ebria.
Si eres perceptivo y creo que lo eres, te habrás dado cuenta que puedo crear momentos dentro de una burbuja, donde no existe el tiempo y es sólo tu-y-yo, que pueden ser tan breves o largos como mi mente dispersa decida o bien, si el duende "arruina momentos" llega. Aclaro, ese tu-y-yo no es refiriéndome solo a ti, sino a los seres que me rodean.
Al escucharlo decir mi nombre, descubro que no fui yo, que él creó una esfera de espacio-tiempo indefinido, donde me envolvió (no nada más en sus brazos) y de donde no quería salir. Repitió la situación varias veces en el transcurso de la noche-madrugada, que podría compararlo con alguien que sopla pompas de jabón y nosotros flotábamos en cada una de ellas.
Te soy honesta, él sería (pero no) seria competencia para cualquiera que tuviera algún interés conmigo. Es tierno, dulce, romántico, simpático, tiene carácter, sencillo, deliciosamente atrevido, caballero y sus besos provocan adicción (me gustaría poder decir lo mismo de los tuyos).
Desde el principio supe que sería de una sola noche, él pudo ver un poco a futuro al referirse a "nosotros". Le dije que yo conjugo, aún, en primera persona. Preguntó si había alguien más, respondí que no le diría.
¡Ah! No, no es el mismo chico del café, él es sólo un amigo, por si te lo preguntas.
¿Sabes que fue lo que no me gustó? La forma tan poco original, incluyendo las palabras que utilizó para tratar de seducirme y llevarme a la cama. Ahí, rompió el encanto y con ello, la última burbuja flotante. Y yo, arruiné su intento final al acercarme lentamente a su oído y decirle: "no creo, preferiría ir al cine contigo".
No recuerdo la razón de porqué te cuento ésto, algún propósito tenía, lo juro.
Da lo mismo, no se le puede ser infiel a... nada.
¿Más café?
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