Déjame enamorarte, amor, con mis letras.
Deja que seduzcan tu alma y traspasen los hilos invisibles de los cuales está hecha. Quiero hacerle el amor a tus pupilas con ellas.
Escoge una palabra, la que más te guste y piérdete en ella.
Respira su aroma. Cierra los ojos, inhala. Huele a tierra mojada, a hierba recién cortada, a lluvia, a jamaica, a agua fresca, a madera, a tabaco, a molienda de café, a Anaïs Anaïs de Cacharel.
Siente su sabor, degústala, paladeala. Pronúnciala en voz baja, susúrrala y siente como vibra en tus labios. Sabe a bosque, a mar, a miel, a sal, a dolor, a secreto inconfesable, a las seis letras de mi nombre que dirás en silencio.
Acaríciala. Desliza las yemas de tus dedos sobre ella, de la misma forma en la que silente me llenabas de caricias. Vibra, del mismo modo que hacías conmigo.
Bésala, posa tus labios sobre ella. Envenénala con tu saliva, recorre con tu lengua cada letra.
Siéntela. Deléitate con el efecto que provoca en ti, deja que encienda la pasión que surge desde el fondo de tus vísceras y en el intento, puede ser que evoques mi humedad.
Enamórate de la mujer que soy a través de ellas, de la que se desdobla en azul para plasmarse en tinta. De la que puede inmortalizarte escribiéndote y convertirte de un hombre a un dios encarnado.
Te regalo mariposas, tal vez puedan contagiarte de libertad y dejes tus miedos y ataduras a un lado y abras tus alas para volar en tiempo sin tiempo. Quizá puedan, con su color, pintar destellos de luz en esa parte oscura que se resiste a ser iluminada. Dales la oportunidad de que te impregnen un poco de su fragilidad, para que en tus momentos de vulnerabilidad puedas sentirte fuerte.
Enamórate, amor, de mis letras, es probable que no lo hagas de la mujer de carne y hueso que las escribe. Es tan grande tu miedo, como las ganas de hacerlo.
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