Querido puntito azul:
No ha vuelto el insomnio, sí la inspiración y a raudales. No hay hora donde mi mente no empiece a volar y tiene la necesidad de plasmarse. Cuando no puede liberarse en tinta, lo hace en voz; a través de audios que grabo mientras ando por el mundo y a veces me grabo mientras las palabras fluyen a través de mi voz y algunas de ellas al deslizarse, le hacen el amor a mis labios.
Tengo que confesarte que de unos meses a la fecha, hay días en los que no me reconozco y es en positivo.
Ocurrió al fin, me siento cómoda en mi propia piel. He aprendido tanto y ese aprendizaje lo tengo tatuado en mi piel y bordado en las fibras de mi alma.
Hoy, soy más yo. No tengo miedo de ser quien soy. Soy lo que grita mi esencia y no se calla; se desborda y anda por la vida repartiendo abrazos, besos y palabras amables con el mundo. Cargo un hilo y aguja invisibles para reparar corazones rotos, sentires rasgados, hilvanar sonrisas y tratar de remendar espíritus gastados.
Todo lo hago con amor, ese que me ebulle y se libera bailando, improvisando, cantando, con risas que terminan en carcajadas como un orgasmo prolongado.
Unas letras tuyas soltaron una mariposa, que espero haya llegado a tu encuentro. Por eso te escribo toda esta tintorragia.
En esa dioscidencia, aparecieron tus palabras y fueron leídas con una ligera llovizna de nostalgia. Tuvieron que pasar algunos años para que las entendiera. Hoy me doy permiso de sentir, de sentirme.
Hoy me amo, me divierto tanto conmigo y se nota, mi entorno lo percibe. El maravilloso mundo que me rodea vibra conmigo, en amor.
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