Y ahí estaba ella, enmedio de la multitud, con sus ojos color miel y pestañas de abanico, mirándolo como siempre, como si todo.
Y ahí estaba él, con sus ojos oscuros e impenetrables, mirándola como siempre, como si nada.
Ella lo miraba como si fuera todo. Él la miraba como si fuera nada.
Ella lo miraba y por dentro, sentía todo. Él la miraba y por dentro, sentía nada.
Ella lo miraba, parpadeaba y con él, se imaginaba todo. Él la miraba fijamente pero se imaginaba nada.
Ella estaba dispuesta por él, a todo. Él por ella, disponía nada.
Ella de amor le entregó todo. Él a cambio, entregó nada.
Ella le escribió de todo. Él...nada.
Ella le regaló un reloj sin tiempo. Él no tuvo tiempo para nada.
Él era todo para ella. Ella para él, era nada.
Un día él despertó y de pronto sintió que ella era todo. Otro día ella despertó y sorpresivamente notó que él, ya era nada.
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