Hace tiempo que no me acordaba de ti, ayer viniste a mi memoria por una conversación casual. Creo que te adorné de más y como suelo hacer, hasta cualidades que no tienes te inventé.
No es falsa modestia, pero llegué a tus más de cuarenta a darle un soplo de energía, luz y color a tu existencia. A mover tu mundo y sacudirlo. A ser la sal y la pimienta de tu desabrida cotidianidad.
No negaré que te amé, pero con esa misma intensidad llegó la claridad mental para reaccionar y salir de tu vida.
Lloré, si, pero no más que tú por mí, tesoro.
Si, fui lo mejor que te pasó en ese momento (y hasta ahora) y sé que no me olvidarás como algunos otros que aún me recuerdan.
Las malas lenguas hablan, las buenas, me besan, Disculpa, sabes que me distraigo.
Dicen que regresaste a tu habitual tono gris y a tu rutina insípida, que el brillo que te di, se fue conmigo. Soy mi propia luz, sólo la comparto.
Sé que algo te dejé, además de detalles escarchados, letras y mi fantasma deambulando por tu casa.
¿Qué? Recuerdos y lo que tu quieras, da igual ahora.
¿Inolvidable? Si y lo sabes.
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