¿Para qué
escribirte tanto si no te envuelvo en mis letras?
¿Para que
pensarte a diario si no te enredo en mi piel?
¿De qué me
sirve amarte en silencio y que sea un secreto a voces que al llegar a tu oído
se perdió?
¿Por qué me
inventé una religión donde mi único dios fuiste, eres y serás tú?
¿Cuándo te
construí el templo donde me arrodillo para crear?
¿Cómo llegué
a depender de tu recuerdo para escribir?
¿Tengo que
soñarte para hacerte realidad o hacer de tu realidad un sueño?
¿Cómo
pronunciar tu nombre si lo llevo puesto y no puedo escribirlo?
¿Qué decirte
que no sepas?
Sabes bien
que tu boca – que no he probado- es el eterno manantial de mis pecados.
Por ti me
volví primavera y te refresqué en verano, te compartí mi nostálgico otoño y sin
ti me congelo en invierno.
Quise llenar
la vacuidad de tus espacios, pintar de colores tu sonrisa y quitar la tristeza
de tus ojos.
Traté de
borrar tu melancolía con risas constantes a constantes horas.
Te di mi
cielo para que volaras y mis alas para despegar, te di mi playa para tu
descanso y mi mar para nadar.
Naufragué en
tu mirada y aún respiro el aroma de tu recuerdo y te recuerdan mis manos, que
sin ti no son nada y sin ti se detienen.
¿De qué me
sirve que lo sepas si no puedo hacerte vibrar?
03/06/00
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